La humanidad viene usando el sonido desde el inicio de los tiempos con fines curativos. El producido por cuencos de metal ha sido utilizado desde hace cientos de años en el Tíbet, la India, China, Japón y otros países de Oriente con los objetivos de meditar y sanar. Originariamente los cuencos eran usados para comer y beber.
Esta técnica, incluida entre las de la musicoterapia receptiva, suele llamarse "baño sonoro", terapia de sonido o "sonoterapia", y consiste en el uso de varios cuencos (que pueden estar acompañados por otros instrumentos como crótalos, campanas o gongs) situados alrededor de la persona. Puede combinarse también con un "masaje sonoro-vibracional", en el que uno o varios cuencos se sitúan sobre el cuerpo encima de centros energéticos, por lo que el sonido se percibe, además de auditivamente, físicamente en forma de sutiles y agradables vibraciones.
El baño/masaje de sonido con cuencos tibetanos se dirige a cualquier persona de todas las edades y pueden utilizarse en un amplio rango de afecciones físicas (malfunciones de la circulación, problemas de articulaciones, dolores, revitalización de personas que han sufrido un infarto...) y psico-emocionales (dolor crónico y fibromialgia, ansiedad, estrés, depresión, insomnio...).
Es una técnica que puede usarse con personas de la comunidad sorda, pues las potentes vibraciones que producen los cuencos pueden ser percibidas físicamente por los que no oyen.